Las guerras las ganan los poderosos y la pierden los niños; que ven robado lo más precioso de su vida. Sin embargo, hoy los hermanos Lisa, Kateryna, Olya, Nassar e Iván están contentos porque para ellos aún es navidad y porque les hemos traído comida y dulces. Sus cuidadoras, las monjas Antonia e Iryna les dan todo el cariño y la educación que pueden. La guerra, sin embargo, siempre está ahí. Y lo trastoca todo. Las religiosas cuidan de estos y otros huérfanos. «En junio hubo fuertes bombardeos, los niños se escondieron en el sótano de la escuela y nos llamaron llorando, pero no podíamos hacer nada», comenta Antonia. Estos orfanatos están sufragados por la Iglesia Católica, por Austria y Polonia. Y un poco también por el Estado Ucraniano. «Lo justo para comida, matizan». En dos pisos hay una decena de niños y dos voluntarias que a su vez en su día vivieron en estos refugios humanos. Estos niños son afortunados. El país estaba lleno de huérfanos antes de que las bombas los fabricarán de forma indiscriminada.