Annia -69 años- no tiene familia. Vivía sola en Kiev cuando un misil destruyó todo lo que tenía. Ahora vive con lo puesto en un campamento para refugiados en Vorodianka. Se trata de un auténtico campamento a base de containers de plástico prefabricados. Viven en él 275 adultos y 27 niños. Casi todos de Bucha, Irpín y Vorodianka, pueblos que han sufrido una terrible destrucción. En el Interior de la estructura -sufragada por el Gobierno Ucraniano, Polonia, la diáspora en Inglaterra y la ONU- hay duchas, cuartos calientes, escuelas, cocina comunal y un sinfín de celdas y espacios donde viven las familias. Annia está bien pero no quiere estar aquí para siempre. «Esto es una manera de superar el día a día. No tengo nada y no soy joven. No sé qué haré. Me iré a Alemania creo. A volver a empezar. Conozco a un alemán que me alojará. Pero ahora tiene a otro inquilino por los próximos 8 meses. Dios mío, no sé qué será de mí», dice Annia. Y después se echa a llorar.