Estoy concernido con la invasión de Ucrania. Pero al mismo tiempo soy un extranjero. Así que a mí me corresponde ese punto de cabeza fría que de ser ucraniano, de seguro, no podría tener.
A pesar de todo el horror, del que he sido testigo, no me gustan algunos efectos indeseables de ese conflicto:
-El idioma ruso y sus clásicos son partes de una cultura rica que no sólo es rusa, también es ucraniana. Y de toda la humanidad. No me gusta que se cargue contra Dostoyeski. O que se prohíban sus libros.
-No me gustan los símbolos ni ideologías ultraderechistas. Aunque me hago cargo de que son una minoría absoluta, existen. Y hay cuerpos armados que los llevan. No me gusta.
-No me gusta que se señale en España a opinadores «pro Putin» aseverando que están a sueldo, sin pruebas de esos pagos. Ni me gusta que se detenga a periodistas como espías, sin esgrimir prueba alguna.
Dicho esto, en esta tragedia, es Ucrania y son los ucranianos las principales víctimas. Yo he estado en Irpín y en Bucha cuando caían bombas. Allí no había nazis, ni terroristas, ni satanistas. Sólo niños, ancianos; hombres y mujeres. Frente a los tanques.
(Y hay quien niega lo que he visto con mis ojos , como la matanza de Bucha. Y he visto quien lleva meses hablando de esta guerra y tachando de nazis a «los ucranianos» en genérico sin una sola condena de esta salvajada absoluta que es la invasión. Y esto me gusta mucho menos).